domingo, 23 de diciembre de 2007

***N.P.C.Z***

Siempre el calzado ha sido un símbolo de estatus, una forma de decirle al mundo: "Dime qué calzas y te diré quién eres" o “Bien calzado equivale a bien nacido” siempre ha sido y aun hoy en día continúa siendo así. Muchas mujeres podríamos formar parte, de un club de compradoras compulsivas de zapatos “full time” que podría llamarse NPCZ “Nacidas para comprar zapatos”, pues caemos en un frenesí orgásmico al llegar al santuario de las zapaterías, luego el comprarlos y ponérselos es como una droga dulce que produce adicción, esta costosa debilidad no reconoce clases sociales, géneros, razas, territorios ni épocas, las mujeres somos así. Las mujeres somos una maravilla, este amor por el calzado ya viene en nuestros genes, es intrínseco con la feminidad pues nos enloquecemos por tener más y más zapatos.
Taco alto, taco bajo, plataforma, taco chino, stiletto, chatita, abierto, cerrado, con o sin pulsera, ídem el talón... El de los zapatos, más que un mundo, es un universo en el que puede leerse casi todo lo referente a los géneros y sus ideales en las mujeres. Los zapatos son importantes mensajeros del estilo propio de una persona:
Todavía existen las mujeres que fantasean con su zapatito de cristal. . Con su zapato —en una no inocente minimización del pie de la damita de deseo— el príncipe buscó a la princesa. Las hermanastras malas —sinónimo de feas— tenían el pie grande —sinónimo de malas y feas— y la princesita desdichada —sinónimo de buena— tenía el pie chiquito —sinónimo de linda— que la hizo dejar de ser Cenicienta y pasar a ser la protagonista de un cuento de princesas. Cuento que hacía de una mujer frágil, bella, triste y delicada una princesa. Que hacía de una princesa una mujer que podía ser rescatada. Que hacía del rescate del príncipe la salvación para una mujer triste. Y que hacía de un bello zapatito de cristal una llave para esa titilante fantasía de dejar de fregar como Cenicienta para entrar a dar vueltas en un baile de palacio, sin más baile de tareas domésticas.
En la actualidad, las adolescentes y jóvenes se abstienen casi por completo de vestir cualquier objeto que les resulte incómodo. Sus pies, acostumbrados al continuo uso de zapatillas, chatitas y botas de horma ancha sufren una incomodidad aun mayor frente a estos elementos fetiches de tortura.
Las mujeres que tienen un estilo más sofisticado y sensual, independientemente de la edad, ven en los tacos objetos definitivos de culto e iconos máximos de su estilo. Los zapatos de tacos altos refuerzan la imagen femenina como objeto de contemplación y del deseo masculino.
Aunque también están aquellas mujeres que, cuando empiezan a ser poderosas se suben a los tacos. Hay algo de elevación. Ellas son las que mandan. No necesitan zapatos cómodos para trabajar. Las enfermeras o las mucamas necesitan comodidad. Las que más decisiones toman son las que mejores zapatos tienen
Por último están las que eligen los tacos cómodos, estas mujeres quieren ser representadas como sujetos activos, más preocupadas por las tareas a cumplir o por las exploraciones a realizar, que por el logro de una exhibición exitosa. Es de esperar que las mujeres jóvenes logren una mayor autonomía subjetiva, que, sin renunciar a la seducción erótica, no sacrifique la comodidad y la libertad de movimientos. Mujeres que no sólo sean miradas, sino que también miren, toquen, huelan y saboreen el ancho mundo.

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